Entramos en la sala con las luces bajas y la música de Erik Satie de fondo pintando un paisaje suave y misterioso. En contraste, la Perichona (Malena López) entra en escena como un animal salvaje que recién se despierta. Con marcado acento francés y movimientos desenfadados recorre el escenario contando sus aventuras.
Entre las historias perdidas de las mujeres que tuvieron incidencias políticas en la construcción del país, se encuentra la de Ann Marie Perichon de Vandeuil de O´Gorman (mejor conocida como “La Perichona”) una francesa que llegó a formar parte de la farándula argentina del 1800. Burlándose de los valores tradicionales de las familias del momento, vivió su vida con erotismo y desenfreno, ganándose el lugar de femme fatale de la época, enamorando a todos los hombres con puestos de poder y grandes sumas de dinero. El romance más polémico fue el que tuvo con Santiago de Liniers, virrey fusilado en 1810 por oponerse a la Revolución de Mayo.
La obra de Raúl Rios trae a la vida la esencia de la Perichona, una mujer atravesada por la pasión y el deseo. En un clímax ascendente vemos cómo se reproduce su romance con el virrey y cómo el trágico final de su amado la lleva a la locura. El amor supera la muerte, dice, y, con ayuda de su criada La Esculapia (Daira Agustinna Escalera) profanan la tumba del difunto.
Así como Mary Shelley robó el corazón del cuerpo de Percy para conservarlo en la eternidad, la Perichona nos lleva a recorrer las lápidas del cementerio de La Recoleta para robar la cabeza de Liniers. El cuerpo es un rompecabezas que inventamos, la expresión del deseo, una excusa para irnos juntos, acompañarnos en el camino al más allá.
Todo sucede en un atmósfera intrigante, en los umbrales de la vida, donde los grandes temas: la muerte y el amor, se hacen presentes en las luces que ambientan el lugar. Cuando estamos cerca de los lugares que invocan la muerte las luces azules nos introducen en la profundidad y el misterio. Cuando aparecen el amor y la pasión, el teatro se baña de luz roja. Los momentos de lucidez, charlas y acuerdos se acompañan con luz cálida y amena. La música de Agustín Martino y la escenografía de Guido Azqueta Mozzi, ambas con estéticas minimalistas, terminan de articular ese espacio liminal donde se despliega la historia y donde, los dos personajes toman el escenario para que nos imaginemos todo un mundo a través de la narración.
En la Argentina del 1800 la palabra libertad era moneda corriente, hubo algunas que supieron darle otros sentidos, que supieron disputar el sentido de la palabra a través del género, de la vida sexual y la pasión. Porque, tanto en esa época como ahora, la palabra libertad no significa lo mismo para hombres y mujeres. Malena López encarna un corazón irreverente, caprichoso y atrevido. La Perichona mira el mundo con las pestañas blancas y los ojos grandes. El dúo que forman con La Esculapia, un personaje predispuesto a satisfacer los deseos de su ama pero también, harto de sus delirios, tiñe la propuesta de comedia y complicidad. Una propuesta imperdible en el Teatro del Pueblo.
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FICHA TÉCNICO ARTÍSTICA
Daira Agustina Escalera, Malena López